La cultura del crédito que ha proliferado en la economía ciudadana y en la economía del Estado, ha conseguido logros en el bienestar ciudadano, pero a costa de perder parte de nuestra libertad. Hoy muchos ciudadanos dependemos del capricho de los bancos y todos, de los intereses de los mercados financieros de deuda. En la economía domestica, cada ciudadano, sopesa la conveniencia de un crédito frente a lo ello significa, pero en el caso del Estado, son los políticos los que deciden, generalmente por intereses ajenos a los de los ciudadanos, y con total opacidad hacia nosotros. Esto es una consecuencia de la cesión del poder que hacemos, mediante la democracia representativa, hacia todos los políticos, que actúan libremente y con lo que nos enfrentamos, en este tema, a un nivel de endeudamiento creciente, sin saber porque ni para qué, cuyas consecuencias sufrirán varias generaciones. Debemos pensar seriamente en cambiar el sistema político de democracia representativa a democracia directa, apoyados en técnicos en legislación y administración pública, en la que seamos nosotros los que decidamos en que conceptos el Estado se puede endeudar y en cuales no.